En plena ebullición del fenómeno Star Wars gracias al estreno en 1977 del Episodio IV: Una nueva esperanza, e incluso con el resonar de 2001: Una odisea en el espacio, que entró en escena en 1968, surge de la mano de Ridley Scott una de las películas que más ha calado en la mente del espectador y que hoy en día no sería extraño calificarla como una verdadera obra maestra. Me estoy refiriendo a Alien, el octavo pasajero.
Y es que corría el año 1979 cuando una nueva película localizada en el espacio exterior llega a la gran pantalla. Al contrario que sus predecesoras, cuenta una historia tenebrosa, angustiosa en la que el horror hace acto de presencia de un modo sublime y majestuoso gracias a una criatura que produce un efecto sobrecogedor, no sólo entre los miembros de la tripulación de la nave de carga Nostromo, sino en todos nosotros.
Un suspense escalofriante.
Alien es una película visualmente muy bien concebida. La iluminación y los efectos visuales logran atraparnos en un escenario sencillo presidido por un superordenador llamado MADRE y que con su locución fría e impersonal aporta ese grado de tensión y terror a buena parte de la narrativa.
Los primeros minutos de la película encierran al espectador y le dejan sin posibilidad de escapar a los numerosos recursos que utiliza Ridley Scott para producir ese efecto tan adictivo que el género de terror produce en la mirada de todos nosotros. Y es que el interior del Nostromo cobra vida con efectos de luz y sonido muy sencillos que generan una sensación claustrofóbica que nos hace sentir cada parte de la ciudad espacial que representa esta fastuosa nave de carga.
Scott logra a mi juicio convertir un escenario como es la propia nave en un personaje más de la historia, transformando la propia atmósfera del Nostromo en un actor que interpreta su papel de un modo magistral y aterrador. Si observamos con atención podemos comprobar que las paredes sudan con vapor y condensación, los cables y tuberías de la nave se extienden por los pasillos como vasos capilares. Incluso la nave cobra protagonismo también en escenas como la del agua cayendo a mares en una de las bodegas de carga, una circunstancia que aprovecha Harry Dean Stanton para tomarse una especie de ducha mientras busca a la mascota de la tripulación.
El cazador y las siete presas.
La historia de Alien, el octavo pasajero, muestra cómo de un modo secuencial los miembros de la tripulación son cazados y devorados por un espécimen aterrador, fuerte, despiadado y que emana el mal en todo su ser. No en vano, hasta sus arterias rebosan ácido como colofón ante una posible muerte por impacto del animal. No hacerle sangrar es clave y, por tanto, acabar con esta especie no resulta tarea sencilla, otro elemento más que añadir a una lista interminable de recursos que convierten a la saga Alien en un fenómeno que atrapa la mirada del espectador.
En cuanto a los momentos más aterradores de la película, quizá yo me atrevería a destacar la escena en la que se revela que Ash es un androide. Probablemente, y casi de forma espontánea todos nos acordemos de la escena del desayuno en la que la criatura sale del cuerpo de su primera víctima y contempla con tono desafiante al resto de la tripulación, pero yo honestamente, me quedo con la escena del androide porque revela que la tripulación está en realidad en manos de una criatura perversa que actúa de forma premeditada y que obedece órdenes de personas que están a años luz del lugar donde todo está sucediendo. Todo forma parte de un plan estudiado que está liderado por Ash, el androide que tiene instrucciones claras de preservar la vida de esa horrible criatura.
Tensión hasta el final.
Finalmente y tras un proceso duro y complejo protagonizado por Ripley y MADRE a través de un intercambio de tecnicismos que obligan a la única superviviente a hilar fino para que el superordenador acceda a volarlo todo, parece que el trama encuentra el mejor modo de darle al espectador una tregua después de la montaña rusa de acontecimientos, asesinatos y horrores que ha supuesto la película hasta ese momento.
Pero Ridley Scott no deja al espectador ni un solo momento de respiro. Incluso cuando parece que todo vuelve a la normalidad y Ripley abandona la nave Nostromo haciéndola estallar en mil pedazos, pasamos del alivio al horror en cuestión de segundos al comprobar que el Alien está en la cápsula de escape de una Sigourney Weaver que hasta ese momento se estaba preparando para hibernar. Es entonces cuando lo que debería ser una escena trepidante el cineasta la transforma en una serie de acontecimientos que se desarrollan con una lentitud agonizante. Toda una atmósfera irrespirable que nos deja clavados para ser testigos de una maniobra muy arriesgada capaz de provocar la ansiedad y el temor necesarios que nos sitúen a todos nosotros en el mismo escenario tratando de sobrevivir a ese despiadado carnívoro de sangre ácida.
Finalmente todo se resuelve de un modo satisfactorio, al menos, de momento, ya que esta fantástica película dio paso a una de las sagas de terror especial más importantes de la historia del cine. Más de cuarenta años después, la película sigue siendo objeto de culto para muchos amantes del género de terror y sin duda sigue siendo una de las mejores películas de Ridley Scott.
Alien, el octavo pasajero, nos hace plantearnos muchas preguntas ya que todavía no sabemos realmente de dónde vinieron los extraterrestres, pero, honestamente, es mejor que nunca lo averigüemos.
GenexiGente opina sobre Alien, el octavo pasajero.
Valoración de GenexiGente - 8.5
8.5
Un clásico incontestable. La primera de muchas obras maestras de Ridley Scott.
